El desarrollo humano ha avanzado significativamente, pero ha generado desequilibrios ecológicos, especialmente debido a la ganadería intensiva, que contribuye al cambio climático. En la vereda El Fical, Simijaca, Cundinamarca, la ganadería ha provocado la reducción de la laguna de Fúquene y un constante riesgo de inundaciones. Esta situación afecta la producción de alimentos y tiene un impacto económico y social significativo en una comunidad cuya principal actividad es la ganadería. Para abordar esta problemática, el proyecto se centró en reconectar a las personas con su tierra y promover prácticas ganaderas más sostenibles. Se realizó una contextualización social y ambiental de la zona a partir de la metodología «Design thinking » apoyado con herramientas tanto de diseño como de ciencias. Así, se entendimos que la tierra es percibida como fértil por la comunidad, y la ciencia no presentó altos niveles de acidez, baja diversidad microbiana y contaminación del agua. Con la información recopilada, se desarrollaron herramientas para co-crear soluciones con la comunidad, buscando mejorar las prácticas de producción lechera. El objetivo alternativas bioeconómicas compatibles con las prácticas de producción lechera actuales, por medio de innovación social participativa, promoviendo el desarrollo social y económico de forma sostenible. Este enfoque conecta mundos aparentemente lejanos, por medio del diseño. Poniendo a conversar los conocimientos tradicionales con soluciones científicas modernas, generando un impacto positivo y duradero en la región. Así, el proyecto no solo enfrenta la problemática ambiental, sino que también considera los aspectos sociales y culturales, asegurando la sostenibilidad de las soluciones propuestas.
Fungi Lab se enfoca en la innovación social participativa, por medio de la interdisciplinariedad responda a problemáticas ambientales con solucoines sostenibles. Para esto se llevó a cabo una investigación social (Por medio de diseño )y ambiental (Por medio de Ciencias Biológicas). A partir de estos hallazgos, se promovió la co-creación de soluciones bioeconómicas con la comunidad, centrándose en la importancia de los microorganismos para mejorar la salud del suelo y la productividad agrícola. Para esto se desarrollaron e implementaron talleres educativos para enseñar a la comunidad sobre el papel de los microorganismos en la resiliencia climática y la sostenibilidad. Se desarrolló un juego didáctico para facilitar la comprensión de estos conceptos y motivar a la población a adoptar prácticas más sostenibles. Esta iniciativa despertó un gran interés en la producción de biofertilizantes. Entre los resultados más significativos se encuentran nuevas herramientas como kits de cultivo de microorganismos, que incluyeron materiales e instrucciones para el procesamiento de la tierra y el cultivo de microorganismos, permitiendo a los habitantes experimentar de primera mano los beneficios de los biofertilizantes sin necesidad de ser científicos. Además, se creó una biofábrica comunitaria para la producción de biofertilizantes, mejorando la salud del suelo y la productividad agrícola. El proyecto también integró tecnologías accesibles para monitorear y optimizar los procesos de la biofábrica, asegurando una producción eficiente y sostenible. Este enfoque innovador no solo mejoró la calidad del suelo y la productividad, sino que también fortaleció la resiliencia agrícola de la región frente al cambio climático. En resumen, el proyecto logró reconectar a la comunidad con su tierra, fomentar prácticas ganaderas sostenibles y mejorar la resiliencia ambiental y económica de la región, destacando por sus innovaciones y la creación de una metodología replicable.